Llevo quince jornadas recorriendo el bosque, al fin se abre un amplio claro ante mi.
Ha habido días festivos, luminosos y espectaculares, otros más nublados pesados y fatigosos.
En el centro del mismo se alza un poderoso castillo, los pendones de un blanco radiante brillan al sol del atardecer agitados por ese viento que anuncia una tempestad largo tiempo anunciada.
Alrededor de la fortaleza, frente a su puerta principal, a apenas unos 200 metros se alza un campamento, con una amplia tienda blaugrana en el centro del mismo, una empalizada sirve de fortificación improvisada, y deja un único acceso hacia el que avanzo.
Las puntas de sus espadas de dos manos descansan en el suelo, y sujetan la empuñadura con la mirada perdida en el horizonte mientras me acerco.
Cuando estoy a unos metros me miran con desconfianza y el más alto alza la espada.
Juraría que es Sergio Busquets.
Juraría que es Sergio Busquets.
“Vengo en son de paz” acierto a decir desconcertado mientras observo como a mi izquierda Mascherano se mueve incómodo.
La situación la ataja una voz dentro del campamento, y entonces reparó en un hombre de cabeza afeitada que se ajusta dos guantes mientras avanza hacia la gran tienda del centro del campamento.
Busquets no duda en hacerse a un lado y entro corriendo a trompicones siguiendo a ¿Víctor Valdés?
Entramos en la gran tienda, allí, con una corona sobre la frente Guardiola alecciona a sus capitanes. Valdés y yo hemos sido los últimos en llegar, y este aun trabaja en ajustarse los guantes mientras se acerca al plano en el que Guardiola señala sus órdenes. Xavi, al frente de los zapadores, recibe las órdenes para él y sus socios Iniesta Thiago.
Entonces Guardiola mira a Messi, “¿Están listos los asaltantes?” Messi asiente y recibe sus instrucciones, con aire ausente.
Messi abandona la tienda, yo decido seguirle, agrupados no lejos de la tienda esperan los asaltantes, Cesc mira al castillo impaciente, lleva tiempo esperando este momento, y se le nota, su mano descansa en la empuñadura de su espada y una media sonrisa denota su impaciencia.
A sus pies Alexis, joven y poco acostumbrado a estas lides se consagra nervioso, pocos guerrilleros hay como él, pero esta batalla será diferente a todas las que ha librado antes.
Pedro se remueve sabiendo que no ira en vanguardia, no vive sus mejores días.
Villa, veterano él, observa su espada, contempla ensimismado el filo sentado en una banqueta con la hoja descansando sobre sus muslos, me sonríe satisfecho.
Me doy la vuelta, sin duda están listos. Vago por el campamento hacia la salida, cerca de ella me encuentro a Pique y Alves, que revolotean tensando la cuerda de un escorpión y acomodando un enorme proyectil en el dispuestos a destrozar los muros del Bernabéu.
Avanzo hacia la puerta principal de la fortaleza, nuevamente dos guardias me cortan el acceso, alto y con la cabeza afeitada, sujeta un potente mazo en lugar de la espada reglamentaria, el otro guardia ancho de espaldas le refrena. “Sabíamos que vendrías” En el interior de la fortaleza, Coentrao, Khedira y Lass ajustan sus armaduras impacientes, sabedores de que la plaza ha sido tomada varias veces. Guarda la torre del homenaje, Iker, los brazos cruzados sobre el pecho, reflexivo y nervioso, ansioso de terminar una batalla contra Messi sin tener que recoger el balón de las mallas. En lo alto de la misma, Xabi Alonso organiza defensa y contrataque con el mismo aplomo, ha recorrido medio mundo comandando ejércitos, le sobra liderazgo para gobernar las huestes, Mourinho a su lado asiente confiado, arrogante.
En lo alto del muro, ocultos a la vista de los asaltantes, veo a Marcelo, cuya actitud jovial parece fuera de lugar en una batalla tan seria, Cristiano, enorme, poderoso, se muere por ganar la batalla, y por demostrar que Messi, no le supera en nada. Di Maria, Benzema e Higuain aguardan las ordenes que les permitan abandonar el castillo, acompañando a los dos citados, en un ataque sorpresa al campamento blaugrana.
Todos están listos, todos velan armas.
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